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25 /10 / 2019

Un paso adelante en la inclusión laboral de las personas con discapacidad

En América Latina, cada vez más empresas apoyan programas de inclusión, ya que la diversidad dentro de los equipos de trabajo mejora el clima laboral y la productividad, y conduce a resultados mejores y más creativos.

 
Gracias a los programas que realiza en México la Fundación Inclúyeme, muchas personas con discapacidad aumentan sus posibilidades de conseguir empleo y llevar una vida independiente.
 
Si bien en un principio se centró en mujeres y migrantes, la inclusión laboral abarca también a jóvenes, veteranos de guerra, personas del colectivo LGBTIQ+ y personas con discapacidad. En América Latina, cada vez más empresas apoyan programas de inclusión, ya que la diversidad dentro de los equipos de trabajo mejora el clima laboral y la productividad, y conduce a resultados mejores y más creativos.
 
Sonrisa permanente y ojos negros muy brillantes, la cara de Sherezada Martínez se ilumina cuando cuenta los logros del programa para personas con discapacidad que coordina en Fundación Inclúyeme. “Es una gran satisfacción ver cómo estas personas, a las que toda su vida les habían dicho que iban a depender siempre de sus familias, tienen todo un mundo de posibilidades por delante”.
 
Fundación Inclúyeme nació en 2008 en México como una organización sin fines de lucro para atender y educar a niños y niñas, jóvenes y adultos de bajos recursos que sufren de discapacidad intelectual y trastornos del espectro autista. Desde 2012, su Programa de Inclusión Laboral ha conseguido empleo para 145 personas con discapacidad en 43 empresas. Algunas de ellas también forman parte del Programa de Vida Independiente, en el que 33 jóvenes comparten vivienda con un grupo con niveles similares de funcionamiento y un alto grado de autonomía, aunque con el apoyo de un facilitador.
 
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial, en los países subdesarrollados el 4,6% de la población sufre de discapacidad intelectual; mientras que para los países desarrollados estas cifras se estiman entre un 0,5% y un 2,5% de la población. En México, es del 2,8% al 3,5%, lo que equivale a 3 millones de personas. A esa fuerza laboral apunta Fundación Inclúyeme, que además de capacitación brinda sensibilización en el entorno de trabajo. “Tenemos que romper con los miedos, las barreras y los estereotipos para ir cambiando el paradigma desde el cual nosotros vemos la discapacidad”, explica Martínez.
 
En ese sentido, un artículo publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo determina que la inserción laboral de personas con discapacidad “no consiste en ‘ayudarlos’ a ellos, sino en adoptar una perspectiva de innovación y productividad que nos permita valorar sus aportes”. Según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, que depende de las Naciones Unidas), las personas con discapacidad enfrentan enormes barreras para lograr la inclusión social y laboral.
 
“¿Qué hago, le hablo o no le hablo?”, “¿me va a entender?”, “¿qué pasa si le da una crisis aquí?” son algunas de las preguntas que sobrevuelan a los futuros compañeros de trabajo. “Nosotros les damos información para que desde el primer día el entorno ya sepa cómo acercarse. Contratar a una persona con discapacidad es apenas un paso del proceso hacia la inclusión”, afirma Sherezada.
 
Un ejemplo claro es el de Verónica, de 43 años, que trabaja como auxiliar en recursos humanos. Primero hubo que adecuar el perfil del puesto a lo que ella podía cumplir y realizar el proceso de sensibilización con su entorno. Y un facilitador asistió a la empresa el primer mes, hasta cuatro veces por semana. Luego se hicieron evaluaciones mensuales para reportar avances y requerimientos adicionales de capacitación.
 
“La persona no tiene que estar eternamente en el mismo puesto: la empresa debe darle la posibilidad de ascender y también de participar en los eventos sociales, para que pueda crecer tanto de manera vertical como horizontal. Así, va a modificar no solo su vida, sino la de todo el grupo”, explica Sherezada.
 
En abril pasado, Fundación Inclúyeme empezó a formar personas en el uso de programas de diseño asistido por computadoras. “Cuando hay discapacidad intelectual es difícil terminar estudios formales y esa ya es una limitación para integrarse a un empleo. Por eso, trabajamos con el apoyo de Autodesk, que dio becas de capacitación para que estas personas tengan mejores oportunidades laborales”, cuenta Sherezada.
 
Se seleccionó a 18 postulantes de entre 16 y 29 años con conocimientos básicos de computación y, para romper con el modelo de segregación, se abrió el primer módulo en Darco, un instituto de formación para arquitectos, diseñadores e ingenieros. Once personas (siete con discapacidad intelectual, dos con discapacidad auditiva y dos con dificultades en la movilidad de extremidades) tomaron durante cinco días un curso en Autodesk 3ds Max. Autodesk proveyó un intérprete de señas para las chicas sordas, mientras que la Fundación envió dos facilitadoras (psicólogas que ya conocían a los alumnos) para las personas con discapacidad intelectual.
 
Por lo demás, el contenido fue el mismo que en los cursos regulares. El profesor fue José Juan González, un licenciado en Ingeniería en Redes Computacionales con diez años de experiencia. “Tenía miedo de no saber manejarme, pero me ayudó mi esposa Liliana, quien es educadora y ha tenido contacto con niños con discapacidad”, confiesa. Ella le aconsejó no darles nunca la espalda, generar una actividad distinta cada 15 minutos para mantener su atención y no tocarlos, ni tocar las cosas que les pertenecen ―aunque solo fuera en el ámbito del aula―, como el ratón.
 
Para José Juan el curso fue gratificante y está más que dispuesto a capacitar a los demás seleccionados. “Mis alumnos aprendieron a usar el software y yo aprendí mucho sobre superación y esfuerzo”, dice, y recuerda a uno de los chicos que solo transmitía sus dudas a través de sus compañeros o facilitadoras. José Juan había prometido unos lápices de colores a quien respondiera correctamente una pregunta acerca de una imagen con un error en las sombras difícil de detectar. “Él fue el único que lo hizo; y con las palabras que se enseñaron en el curso. Aunque mi impresión había sido que no me escuchaba, comprendió muy bien todo. De hecho, muchos arquitectos e ingenieros han respondido mal la misma pregunta”, concluye con una mezcla de asombro y alegría.
 
Ese mismo sentimiento transmiten otros alumnos, como Enrique Barrios Betancourt, de 22 años y con discapacidad intelectual, quien aprendió a crear objetos en 3D y a realizar videos de animación. “Fue maravilloso porque me permitió crear cosas que tenía en mi mente”, sintetiza.
 
El recibir un diploma generó en todos los participantes una mayor autodeterminación y elevó su autoestima. “Muchas veces es difícil que ellos vean con claridad cómo han avanzado”, cuenta Sherezada y revela que el impacto positivo llega también a los padres y los familiares. Vuelve a sonreír, porque este trabajo la hace muy feliz.
 
“Si logras que una persona de verdad se capacite y cuente con un empleo, eso se traduce en un ingreso familiar. No solamente estás mejorando su calidad de vida, sino la de toda su familia. Y entonces algo que parece chiquito transforma vidas. Es un avance para toda la sociedad. Al ver que sí se puede, cada vez más empresas van abriendo sus puertas, es como un efecto de ondas que se van agrandando y agrandando. Estas oportunidades se multiplican y llegan cada vez a más y más personas”.